
Decidida aunque un poco perturbada por el escaso alimento, volví a casa y engullí todo lo que encontré en la heladera, vacié también la alacena y hasta la caja de chocolates que tengo en casa para cuando viene algún niño de visitas. Me pedí comida rica de delivery, prepare una exquisita torta de chocolate con mucho dulce de leche y por la noche pretendo cenar mi plato favorito al que le adosaré una porción abundante de algún postre suntuoso. Repleta de comida, pienso irme a la cama y comenzar a concientizarme que mañana, sin falta, empieza la estrictísima dieta que tengo en mis manos.
Básicamente mi día alimenticio estará compuesto por 4 galletas de agua, 50 escasos gramos de queso, 300 gramos de carne a elección y 200 de verduras, 4 manzanas, un yogur descremado, un suplemento vitamínico sugerido por la Doctora y mucha, pero muchísima agua. ¿El detalle? Por cada dos escuetos chicles bajas calorías, una manzana menos.
Ruego a Dios y al universo, para que me ayuden en esta travesía de bajar 15 kilos en tres meses. 15 kilos que me comí felizmente pero que hoy están haciendo añicos mi vida.
Hoy me toca festín. Mañana, sufrimiento.
Las dejo porque hay una copa de helado de chocolate con nueces servida para mí, que pienso ingerir a modo de merienda. ¡Mañana será otro día! (si es que no exploto antes)
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