
Hoy, sin embargo, comenzó nuevamente la lucha diaria de vivir en un mundo rodeado de delicias para ingerir. A pesar de todo, tuve la suerte de compartir, con una amiga, una de esas charlas en las que entendés las razones por las cuales existen ciertos vínculos afectivos que pretendés mantener por lo largo de toda tu vida.
Estábamos solas en casa, compartiendo unos mates amargos cuando, sin estar hablando del tema, me miró profundamente y me dijo:
Amiga: ¿Te diste cuenta que desde hace unos días, tu vida comenzó a cambiar?
Yo: ¿De qué hablás?
Amiga: Claro, desde que decidiste comenzar la dieta, tu vida va a ser diferente, y no sólo por bajar esos 15 kilos de más, más que nada por entender que te merecés algo mejor, que sos una persona valiosa y que, como tal, tenés que cuidarte externa y, por sobretodo, internamente. Con esta dieta, vas a demostrarle al mundo que te querés, que valés mucho, que si querés algo sólo tenés que proponértelo, que para vos 15 kilos significan un nuevo desafío para ser la mujer que querés ser.
Yo: mmm
Amiga: ¿Sabés qué? Estoy orgullosa de vos y lo que estás haciendo, porque a mí no me joden tus 15 kilos de más, lo que sí me molesta es que, en algún momento, bajaste los brazos, te acomodaste entre esos rollitos y te sentiste protegida por ellos, creíste que por tenerlos podrías ser más inmune al dolor. Sin embargo, desde el 27 de agosto me demostraste que sos una mujer íntegra que quiere valorarse y que la valoren por sus garras, por el esfuerzo, por la constancia de conseguir todo lo que se proponga en esta vida. Sos un ejemplo a seguir y por eso te apoyo en esto, todos los días.
Para ese momento yo era un mar de lágrimas y lo único que pude hacer fue levantarme de mi silla y abrazarla fuerte, agradeciéndole, en silencio, todas y cada una de esas hermosas palabras de aliento.
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