Cada vez que salgo del consultorio de Sra. Nutricionista con tremenda cara de culo, siento un enorme alivio al comprobar que día a día mi peso disminuye. Sin embargo cuando la rutina sigue, me veo en la obligación de ser testigo de exquisiteces yendo y viniendo de mano en mano y frente a mis narices. Se que no puedo aceptar ninguna de esas tentaciones, pero lo cierto es que me cuesta muchísimo poder continuar con este sacrificio "dietístico".
Por momentos, engulliría todo lo que se cruza en mi camino sin descartar ni una miga, mucho más cuando, como hoy, el televisor acusa dos grados centígrados y el calendario proclama día domingo.
Si tuviera que elegir el peor día de la semana para seguir con la dieta, diría que es el domingo ya que por excelencia, en mi familia, este día es sinónimo de desastre alimenticio: buen asado, mucha papa con mayonesa, alguna que otra ingesta de alcohol, postres varios y abundantes, por la tarde mate con masitas, bizcochitos y un millón de exquisiteces y como si todo esto fuera poco una buena picada cuando baja el sol.
A todo eso debo negarme una vez a la semana sin excepción. Definitivamente tengo una fuerza de voluntad que jamás reconocí en mi persona y estoy valiéndome de ella para seguir adelante.
Este domingo, fue terrible pero yo y mi fortaleza pudimos seguir adelante sin harinas, grasas y demás manjares.
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