6 de Septiembre: Asadito dominguero!

Una de las costumbres argentinas que en casa priorizamos desde siempre, es la de los domingos con mucho asado y en familia.
Lo cierto es, que siempre esperé este día de la semana con ansias, porque era el momento ideal para reencontrarse con los afectos luego de una semana atestada de compromisos laborales, y además porque, en esos almuerzos, todos comen a mansalva, ingieren cantidades industriales de vino tinto, degustan docenas de postres y permanecen sentados, por largas horas, alrededor en la mesa sin que nadie critique el plato del otro.
Hasta hace unos días, los domingos eran los días de festín: variados tipos de guarniciones para acompañar las carnes asadas, toda clase de bebidas, variedades de postres (porque cada tía lleva el de su especialidad) y para la hora del té, algunas masitas secas o tartas de frutas para cerrar un día agotador, gastronómicamente hablando.
Siempre disfruté de los domingos. Nunca fueron un problema para mí.
Ahora lo son y hoy fue uno de esos días dificultosos:
Como de costumbre, todos los invitados llegaron cerca del mediodía, de a uno fueron dejando en la cocina sus variados aportes culinarios para el encuentro. Mientras que esperábamos al asador, como de rutina, degustaron una exquisita picada con pan casero incluído, todos menos yo que masticaba, enojada, una manzana verde.
Para la hora del almuerzo, comenzaron a danzar de mano en mano, bandejas repletas de los mejores cortes argentinos. Las ensaladas iban y venían y por supuesto lo hacía también la panera atestada de pan casero recién horneado. No faltó el chimichurri y la salsita picante que hace el tío Octavio.
Yo, sentada en una punta (para no tener que hacer las veces de pasamanos) observaba atónita las cantidades exorbitantes de alimentos que iban y venían de mano en mano, a la altura de nuestras sienes.
Todos se atestaban de carne y volvían a repetir cientos de veces. Yo, con mi porción de 150 gramos intentando "estirarla" el mayor tiempo posible para no tener que seguir compartiendo la mesa una vez finalizada mi escasísima ración.
¡Cuánto que comían! Pensar que hasta hace unos días, yo era una más de aquellas bestias.
Debo confesar que por momentos moría por ser uno de ellos, pero por otros, observaba aterrorizada las cantidades exsesivas de comida.
Espero que sea una buena señal, porque si durante todo este domingo repleto de carnes, postres, tortas y tartas, pude resistir la tentación...podré hacerlo hasta el último minuto de la dieta.
Juro que no me excedí y que, una vez más, cumplí a rajatabla la orden de la Sra. Nutricionista con tremenda cara de culo.
Me toca control el Martes...y a partir de esta semana, también los sábados. Veremos como seguimos.

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